La Cuaresma de la Misericordia

Atrévete a hacer una peregrinación interior y de confianza. Ten valentía, no vivas de la soledad que nace de tus propias fuerzas. Esa soledad te hace sentir hambre de alegría, de paz, de donación, de entrega, de servicio desinteresado, de convivencia fraterna con todos los hombres y de amor. Te invito a que descubras cómo la Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la misericordia. Tiene un nombre: Jesucristo. En esta peregrinación Él nos acompaña siempre a través del desierto. Un desierto que tiene su paisaje en vivir conscientemente la pobreza en la que estamos cuando caminamos por nuestra cuenta y al margen de Dios. No vivas así. No merece la pena vivir de esta manera que no es la real, no es la que te ha regalado Dios.
Sin embargo, si vivimos este tiempo de Cuaresma como esa gran peregrinación interior y de confianza en quien nos ha dicho que solamente Él es el Camino, la Verdad y la Vida, dejándonos sostener por esa alegría intensa de la Pascua, que es el triunfo de Jesucristo, lograremos tener una experiencia de vida inigualable. El abrazo de un Dios que nos levanta de la postración en la que vivimos cuando caminamos sin más fuerzas que las nuestras es de tal hondura, nos lleva a tal profundidad de vida, que hace que nos encontremos en Él y le encontremos a Él en nosotros. Y vemos que la historia personal y colectiva que hacemos, la realizamos sabiendo que Dios nos guarda y nos sostiene.
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